sábado, 6 de septiembre de 2014


Todos los días del año tuve la oportunidad de ver a gentes de diferentes continentes viajando a pie hacia Santiago de Compostela. Conociendo el rumbo de los caminantes creí saberlo todo, sin embargo, cuando emprendí mi propio camino, cuando llegué a Saint Jean Pied de Port y crucé los Pirineos en dirección a Compostela, pronto vislumbré que la meta no era lo más importante, que el fin del camino no estaba en un lugar concreto: entonces supe que el camino terminaba en uno mismo. El camino es quizá el arquetipo más arcaico de la historia. El hecho de caminar ha dado pie a metáforas, símbolos y alegorías presentes en el pensamiento humano desde tiempos inmemoriales. La religión, la filosofía y la literatura encuentran en el camino el paradigma de la vida. Con devoción o sin ella, en su condición de errante, cada peregrino se mide paso a paso con la naturaleza, también con su solidaridad y la de los otros nómadas. Soportando el peso del pasado, el caminante lleva al hombro sus dudas, explora su mundo viajando por paisajes y climas. Ante las encrucijadas, los atajos, las subidas y bajadas siempre se muestra alerta, dispuesto a descubrir la respuesta que hay detrás de cada curva...

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Texto y fotografías: Roberto Hoya. Copyright © 2014

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