Sin conservar algunos rasgos de
nuestra niñez, sin conservar la inocencia, seríamos incapaces de levantarnos
cada mañana. Cualquier persona adulta utiliza más recursos de su infancia de
los que cree, reconocerlo supone dar un paso importante para alcanzar la
madurez intelectual. «Es difícil que haya una línea en algunos de mis libros
que no tenga su origen en la infancia –asegura Gabriel García Márquez–; durante los primeros ocho años de mi vida,
tuve las experiencias que luego he elaborado poéticamente, literariamente a
través de toda mi vida».
Esta confesión compartida por otros
escritores como Ernesto Sábato, la
corroboró Ana María Matute con la
publicación de Cuentos de infancia,
una recopilación de los textos que ella escribió entre los cinco y los catorce
años. Al leer dichos relatos «lo que nos impacta y emociona es encontrar ya
algunos de los elementos que constituyen el universo de sus grandes obras
posteriores», según escribe Ana María
Moix, que señala la avaricia frente a la pobreza como temas que aparecen en
estos primeros escritos y que serán recurrentes en la obra posterior de la
autora. «Sorprende –dice Moix– cómo la sensibilidad de una niña de cinco años,
nacida y educada en el seno de una familia burguesa, económicamente acomodada,
está ya marcada por la doliente huella que ha dejado en ella el descubrimiento
de la pobreza»...
Las fotografías de esta sección están integradas en cubiertas de libros ficticios vinculados a nombres de proyección pública, cuyo único fin es ilustrar comentarios relativos a sus obras y biografías.
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Texto y fotografías: Roberto Hoya. Copyright © 2014
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